Ahora que la memoria es un espacio de aguas y reflejos, donde flotan los recuerdos como barcazas reconocidas en el alba blanquecina, nada queda del pasado que no sanen tus labios con cada nuevo beso.
Fui ayer una parte del paisaje de otros nombres, mecidas identidades que tomaron asiento en la vigila encendida que siempre fue la vida. Fui invocación de otras soledades, parciales compañias, latidos singulares que encadenaron el corazón a la posibilidad de los anocheres rojizos. Fui la cartografía de manos que prescindieron de otros itinerarios para aceptar el riesgo de mi cuerpo.Fui identidad, luz, arrebato, mirada de un silencio creciente, huída de pasos que por construir caminos encendieron laberintos sin espejos ni alicias, ni relojes invertidos y quebrados.
Al abrirse el ayer, emerge la evocación de quien fui, el puente de emociones que me conduce a la mujer que hoy soy, frente al cristal de la verdad minúscula y azul, frente a las nubes posteriores a la tormenta que anuncia el clamor de una tierra sin arenas movedizas.
Todo quedó en mí, profundas huellas labraron mi conciencia. Ayer busqué razones y hallé los motivos más hondos, más ansiados; busqué la soledad y encontré los huecos del corazón dilatante y dilatado, las tardes de bruma y el sol que algunas mañanas cercenaba la penumbra indómita. Ayer fue ayer, en un tiempo de aguas blancas sin apenas mareas, de olas inexistentes negadas al mañana.
Todo quedó en mi piel, dándole forma a mi forma, a mi esencia por todo construída. Cadencia fue el tiempo y trajo sus retales. Llegó tras el ayer el hoy que amanece sin demoras. Llegó tu mirada y el gesto indudable del destino. Llegaron los símbolos de tus manos, el caudal impredecible de tu abrazo.
Ahora que la memoria baña las islas del recuerdo, tu amor es una casa suspendida en el mar del tiempo, un instante de luz que penetra en este presente de tiempo renovado que se ensancha.
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